Cuando no se le encuentra sentido a la vida, nada que genere
entusiasmo o provoque alegría, cuando se pierde la esperanza, hay vacío
existencial. Es como si no hubiera nada que valga la pena, que logre
motivación. Ese parece ser el sentir de la población dominicana. Han
aumentado los suicidios, homicidios, depresiones, corrupción, tristezas
¿Qué pasa?
Por algún motivo, se esfuma la alegría. Influye que algunos padres de
familias y líderes nacionales pierden el rumbo hacia la paz. Se empeñan
en enseñar, que acumular y exhibir bienes materiales es la clave del
éxito, de ser poderosos, respetables. No se dan cuenta que envuelven en
lujo, la debilidad de su YO interior.
Buscan seguridad, acallan sus temores con murallas materiales que los
apartan de afectos sinceros. Mientras mas altas la colocan y más
costoso es el traje que lucen, más infelices son. Su miseria espiritual
es superior a la material de aquellos a quienes despojan de sus bienes.
Los administradores de recursos del pueblo, capaces de sumergirlo en
la indigencia para enriquecerse, dan lástima. Temen detenerse a evaluar
sus acciones.
Cada día admiro más las actuaciones de mandatarios como Pepe Mujica,
en Uruguay. En lugar de enriquecerse y crear una fundación poderosa que
luego le permitiera andar por el mundo teorizando sobre como
reestructurar la economía, gobernó para demostrar en la práctica, como
reducir la pobreza en un país y evitar vacíos existenciales.
Con un auto del 1987, donaba el 90% de su salario para obras de caridad.
Hoy vive en una granja, trabajando, dando cátedras de economía,
honestidad, deber cumplido ¡de cómo vivir en paz con su conciencia!
Otros presidentes dejaron sus naciones destrozadas. En el país, la
estructura gubernamental heredada esta podrida. Es una cárcel llena de
carcomas. Todo está blindado para favorecer un grupo. Cada día hay más
suicidios y antivalores, llevando tristezas a los hogares.
Muchos dan prioridad a lo material, descuidando el alma y luego se
sorprenden al ver los hijos, los ciudadanos, caer en el vacío. Las
iglesias también son culpables. Son tímidas en el ejercicio de su
misión. La credibilidad en muchos de sus representantes disminuye, de la
misma manera que en líderes nacionales.
La sociedad esta triste y se siente sola. En los barrios pobres y
cárceles viven hacinados pero los peores hacinamientos, podredumbre,
están en el alma de lideres que poseen fortunas a costa de los
infelices. Sus vacíos existenciales son más intensos. Se les nota en el
rostro. ¡Dan lastima! Olvidan que la vida es una y termina. Acaparan
cosas que no se podrán llevar. Olvidan a Dios.
Aferrarse a lo material es convertirse en tumba, donde yace el cuerpo
pero sin alma. Tenemos muchas tumbas por doquier. Mi país es un
cementerio… ¡Que pena!
Por Venecia Joaquín.
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